martes, 21 de febrero de 2012


La honestidad es uno de los valores y componentes más importantes de una personalidad saludable, si entendemos por esta la capacidad de obrar el bien en todas las distintas relaciones y actividades que las personas sostienen.
La honestidad no es fácil aislarla conceptualmente, por su vínculo directo con otros valores. Podemos decir que la honestidad es la facultad de ser auténtico en todo lo que se hace; inicialmente en uno mismo y luego con el entorno que le rodea, especialmente las personas. Dicha autenticidad está estrechamente relacionada con la apuesta del individuo por la verdad de las cosas, eventos o personas. No puede pensarse la honestidad exclusivamente supeditada a los bienes de tipo material, pues dicho valor se proyecta a un estilo de vida donde sinceridad, integridad, respeto, valoración, se dan la mano para hacer de la persona alguien fiel a sus convicciones e interacciones con los demás.
En el aprendizaje de los niños es fundamental orientarles y cimentarles en este valor, que les enseñará a ser auténticos, a respetar el estilo de vida de sus compañeritos, valorar sus propias cosas, pero especialmente a conocer los límites de sus actuaciones y derechos. Una persona honesta sabe hasta dónde puede llegar con sus actitudes y comportamientos. En este caso los niños aprenden que los hechos y objetos ocupan un lugar (en el ámbito personal y social); también que la verdad produce innumerables beneficios cuando se es honesto en todas las situaciones.
La adquisición de la honestidad es una labor mediante el ejemplo dado en el hogar, cuando los niños perciben la vivencia honesta de sus padres, en cosas mínimas como sus gastos, sus cuentas, lo que prometen a sus hijos, los acuerdos entre ellos, su manera de tratarse, además de la confianza que se tienen el uno para con el otro.
La honestidad, entonces, es una manifestación práctica de la verdad, tan falseada en nuestra cultura, donde intereses comunes llevan a las personas, incluso instituciones a mentir o engañar para lograr sus objetivos, generalmente de tipo financiero y comercial.
El niño honesto surge de las relaciones claras con él, del reconocimiento y valoración de sus emociones, del ejemplo cotidiano con lo que hacemos y que le afecta a él de una u otra forma.
Los niños aprenden que hay formas correctas de hacer las cosas y que son premiadas o valoradas por las personas (sociedad), pero que también existen eventos que son castigados o censurados  por causar daño. La honestidad está ligada al buen comportamiento en todos los ámbitos y los niños lo perciben en sus demás compañeros y líderes encargados, en la dinámica social cotidiana en la que participan.

miércoles, 15 de febrero de 2012

LA HONESTIDAD HOY EN DIA

La honestidad es uno de los valores y componentes más importantes de una personalidad saludable, si entendemos por esta la capacidad de obrar el bien en todas las distintas relaciones y actividades que las personas sostienen.
La honestidad no es fácil aislarla conceptualmente, por su vínculo directo con otros valores. Podemos decir que la honestidad es la facultad de ser auténtico en todo lo que se hace; inicialmente en uno mismo y luego con el entorno que le rodea, especialmente las personas. Dicha autenticidad está estrechamente relacionada con la apuesta del individuo por la verdad de las cosas, eventos o personas. No puede pensarse la honestidad exclusivamente supeditada a los bienes de tipo material, pues dicho valor se proyecta a un estilo de vida donde sinceridad, integridad, respeto, valoración, se dan la mano para hacer de la persona alguien fiel a sus convicciones e interacciones con los demás.
En el aprendizaje de los niños es fundamental orientarles y cimentarles en este valor, que les enseñará a ser auténticos, a respetar el estilo de vida de sus compañeritos, valorar sus propias cosas, pero especialmente a conocer los límites de sus actuaciones y derechos. Una persona honesta sabe hasta dónde puede llegar con sus actitudes y comportamientos. En este caso los niños aprenden que los hechos y objetos ocupan un lugar (en el ámbito personal y social); también que la verdad produce innumerables beneficios cuando se es honesto en todas las situaciones.
La adquisición de la honestidad es una labor mediante el ejemplo dado en el hogar, cuando los niños perciben la vivencia honesta de sus padres, en cosas mínimas como sus gastos, sus cuentas, lo que prometen a sus hijos, los acuerdos entre ellos, su manera de tratarse, además de la confianza que se tienen el uno para con el otro.
La honestidad, entonces, es una manifestación práctica de la verdad, tan falseada en nuestra cultura, donde intereses comunes llevan a las personas, incluso instituciones a mentir o engañar para lograr sus objetivos, generalmente de tipo financiero y comercial.
El niño honesto surge de las relaciones claras con él, del reconocimiento y valoración de sus emociones, del ejemplo cotidiano con lo que hacemos y que le afecta a él de una u otra forma.
Los niños aprenden que hay formas correctas de hacer las cosas y que son premiadas o valoradas por las personas (sociedad), pero que también existen eventos que son castigados o censurados  por causar daño. La honestidad está ligada al buen comportamiento en todos los ámbitos y los niños lo perciben en sus demás compañeros y líderes encargados, en la dinámica social cotidiana en la que participan.