La honestidad es uno de los valores y componentes más importantes de una
personalidad saludable, si entendemos por esta la capacidad de obrar el bien en
todas las distintas relaciones y actividades que las personas sostienen.
La honestidad no es fácil aislarla conceptualmente, por su vínculo directo
con otros valores. Podemos decir que la honestidad es la facultad de ser
auténtico en todo lo que se hace; inicialmente en uno mismo y luego con el
entorno que le rodea, especialmente las personas. Dicha autenticidad está
estrechamente relacionada con la apuesta del individuo por la verdad de las
cosas, eventos o personas. No puede pensarse la honestidad exclusivamente
supeditada a los bienes de tipo material, pues dicho valor se proyecta a un
estilo de vida donde sinceridad, integridad, respeto, valoración, se dan la
mano para hacer de la persona alguien fiel a sus convicciones e interacciones
con los demás.
En el aprendizaje de los niños es fundamental orientarles y cimentarles en
este valor, que les enseñará a ser auténticos, a respetar el estilo de vida de
sus compañeritos, valorar sus propias cosas, pero especialmente a conocer los
límites de sus actuaciones y derechos. Una persona honesta sabe hasta dónde
puede llegar con sus actitudes y comportamientos. En este caso los niños
aprenden que los hechos y objetos ocupan un lugar (en el ámbito personal y
social); también que la verdad produce innumerables beneficios cuando se es
honesto en todas las situaciones.
La adquisición de la honestidad es una labor mediante el ejemplo dado en el
hogar, cuando los niños perciben la vivencia honesta de sus padres, en cosas
mínimas como sus gastos, sus cuentas, lo que prometen a sus hijos, los acuerdos
entre ellos, su manera de tratarse, además de la confianza que se tienen el uno
para con el otro.
La honestidad, entonces, es una manifestación práctica de la verdad, tan
falseada en nuestra cultura, donde intereses comunes llevan a las personas,
incluso instituciones a mentir o engañar para lograr sus objetivos,
generalmente de tipo financiero y comercial.
El niño honesto surge de las relaciones claras con él, del reconocimiento y
valoración de sus emociones, del ejemplo cotidiano con lo que hacemos y que le
afecta a él de una u otra forma.
Los niños aprenden que hay formas correctas de hacer las cosas y que son
premiadas o valoradas por las personas (sociedad), pero que también existen
eventos que son castigados o censurados por causar daño. La honestidad
está ligada al buen comportamiento en todos los ámbitos y los niños lo perciben
en sus demás compañeros y líderes encargados, en la dinámica social cotidiana
en la que participan.